Los líos de faldas del francés François-Marie Arouet acabaron con su carrera diplomática y más tarde le costaron el destierro durante dos años en Londres. En 1729 pudo regresar a su París natal donde conocería al hombre que le cambió la vida: el matemático Charles Marie de La Condamine. Este matemático decía haber encontrado el secreto para ingresar en el selecto grupo de los que pueden decir “el dinero no da la felicidad”, frase acuñada por los ricos para que los pobres no les envidien demasiado. El secreto en cuestión era la fórmula para ganar la lotería.
Igual que ahora los Estados emiten títulos de deuda pública para financiarse, en el siglo XVIII Francia emitió bonos con un interés muy atractivo que rápidamente se convirtieron en un éxito. El problema es que el tipo de interés ofrecido era demasiado elevado, y en 1727 el gobierno se vio obligado a reducirlo para poder seguir manteniendo esta vía de financiación. Sus consecuencias fueron catastróficas: el valor de los bonos de desplomó y al gobierno se le cerró el grifo. Pelletier-Desforts, Contrôleur Général des Finances -ministro de Hacienda- del rey Luis XV, tuvo que tirar de imaginación para paliar aquella sangría en los ingresos: la lotería. Todos los franceses que tuviesen bonos podrían comprar boletos para participar en este sorteo; el boleto ganador recuperaría el valor nominal de sus bonos -su valor estaba muy por debajo del nominal- y obtendría un premio en metálico. Con esta medida se podría recuperar la confianza y el valor de los bonos, aparte de obtener un dinero extra por la compra de los boletos. Por cada bono cuyo valor nominal fuese de 1.000 livres (moneda francesa hasta finales del XVIII) se podría comprar un boleto pagando una livre y participar en la lotería. El problema es que Pelletier-Desforts no debía ser muy bueno en matemáticas porque la suma de los premios era mayor que la cantidad que podría recaudar incluso vendiendo todos los boletos. Así que el matemático Charles Marie de La Condamine yFrançois-Marie Arouet se unieron para hacerse con la mayor cantidad de bonos posibles y, de esta forma, poder comprar tantos boletos que convirtieron un juego de azar casi en una ciencia exacta. Como los bonos tenían un valor real inferior a su valor nominal, no tuvieron problemas en hacerse con casi todos los bonos pagando una cantidad más cercana al valor nominal que al real -supongo que sería por aquello de “más vale pájaro en mano que ciento volando”-. El día 8 de cada mes, día en el que se celebraba el sorteo de la lotería, se convirtió para ellos en día de cobro… hasta que Pelletier-Desforts, harto de que siempre ganasen los mismos, los denunció ante los tribunales por fraude. Fallaron a favor de Charles Marie de La Condamine y François-Marie Arouet, ya que no habían cometido ninguna ilegalidad, se finiquitó la lotería y Pelletier-Desforts se quedó sin trabajo.
Los dos amigos consiguieron hacerse con más de 500.000 livres, una cantidad que les permitió vivir de las rentas durante muchos años. Por cierto, a François-Marie Arouet se le conoce más por su seudónimo… Voltaire.
Fuente: Caballos de Troya de la historia e Historia de la Historia.