Un monje llamado Pelagio observó una noche una luminosidad en un desolado paraje del obispado de Iria-Flavia, actual Padrón. El monje comunicó su observación a su superior, el obispo Teodomiro, descubriéndose en el lugar indicado una cueva en cuyo interior apareció un arca de mármol donde se hallaron los restos del apóstol Santiago.
Cuando los europeos nos planteamos las raíces de nuestras señas de identidad, buscamos en el pasado referentes de europeidad. Nos equivocamos con personajes como Carlomagno, pues nunca tuvo de su Imperio otra visión que la meramente patrimonial, o no nos gusta demasiado, por políticamente incorrecto en la sociedad actual, el mensaje del ejército cruzado; sin embargo, todo es positivo cuando invocamos el nombre de las peregrinaciones.
SANTIAGO APÓSTOL, EL MAYOR
Apóstol de Jesús, "Santiago, el Hijo de Zebedeo o el Mayor", era el hermano mayor de Juan, ambos originarios de Betsaida, habitaban en la cercana Cafarnaún, trabajando en el negocio familiar de pesca en las riberas del Lago de Genesaret. Pertenecían, pues, a una familia de modestos propietarios con su padre Zebedeo. Estaban asociados con otra pareja de hermanos, Pedro y Andrés en la industria de la pesca del lago para cuyo trabajo contaban con empleados ocasionales. De este círculo de pescadores Jesús se llevó sus cuatro primeros discípulos: Pedro y su hermano Andrés, Santiago y su hermano Juan.
Santiago, gozaba de especial confianza y relación con Jesús, como uno de los discípulos básicos, destacándose con Pedro y Juan del resto de los discípulos, obteniendo el puesto de testigo privilegiado en los momentos más importantes. Asistió, junto con Juan y Pedro, a la resurrección de la hija de Jairo. Fue testigo en la Transfiguración en el monte Tabor y estuvo también en la oración en el Huerto de Getsemaní, junto a Pedro y a su hermano Juan. El mismo Jesús apodó a Santiago y a Juan con el sobrenombre de "hijos del trueno". Formó parte del grupo restringido de discípulos que fueron testigos del último signo realizado por Jesús ya resucitado: su aparición a orillas del lago de Tiberíades y la pesca milagrosa. Se registra también su presencia en el Cenáculo en espera orante de la venida del Espíritu Santo.
Santiago aparece como una persona apasionada, llena de arrojo y decisión, capaz de ponerlo todo en juego; como una persona que arrasa por su empuje y que no se para en echar cálculos y medir consecuencias. Santiago forma parte del grupo inicial de la Iglesia Primitiva de Jerusalén.
La tradición le atribuye una gran labor de evangelización en la provincia hispánica que le correspondió en el reparto que los Apóstoles realizaron con el fin de difundir el Evangelio de Cristo tras el Pentecostés. Probablemente llegó a Hispania en el año 41 y permaneció en ella hasta fines del año 42. Santiago habría cruzado el mar Mediterráneo y desembarcado para predicar el Evangelio en la Hispania, a la que habría llegado tras pasar las Columnas de Hércules, bordeado la Bética y la deshabitada costa de Portugal, para terminar en la actual La Coruña. Entroncó con la vía romana que recorría las estribaciones de la Cordillera Cantábrica y transitar por el valle del Ebro hasta llegar a Tarraco. Continuaría hacía Carthago Nova (Cartagena) y partiría de nuevo hacia Palestina de un puerto murciano o andaluz. Así recorrió los caminos de Itálica, Mérida, Coimbra, Braga, Iria, Lugo, Astorga, Palencia, Horma, Numancia y Zaragoza. Después, por el Ebro, pudo tomar la Via Augusta de Tortosa a Valencia, Chinchilla y Cazlona para regresar desde esta zona a Palestina.
En cualquier caso, la tradición de la evangelización por el Apóstol Santiago indica que éste hizo algunos discípulos, y siete de ellos, conocidos como los siete varones apostólicos, fueron los que continuaron la tarea evangelizadora una vez que Santiago regresó a Jerusalén. Para ello fueron a Roma y fueron ordenados obispos por San Pedro. La tradición de los Varones Apostólicos los sitúa junto a Santiago en Zaragoza cuando la Virgen María se apareció en un pilar.
Santiago habría hecho todo el viaje de vuelta desde España hasta Jerusalén para encontrar a la Virgen antes de su dormición. Herodes Agripa, rey de Judea, nieto de Herodes El Grande, lo hace decapitar con la espada hacia el año 44, convirtiéndose en el primer apóstol en verter su sangre por Jesucristo.
Su cuerpo fue trasladado por los discípulos a la Península Hispánica, llevado en un sepulcro de mármol en una mítica embarcación. Habían costeado el Atlántico nuevamente hasta Galicia, remontando el río Ulla hasta el puerto romano de Iria Flavia. Desembarcaron y caminaron unas cuatro leguas hacia septentrión por la antigua via romana de Iria Flavia a Brigatium llegando a un cementerio en el cercano bosque de Liberum Donum, donde depositaron el cuerpo y levantaron un altar sobre el arca de mármol.
Bonita recopilación. Gracias por compartirla. Un saludo de Los Hitos del Camino.
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