El puente que cruzó el Atlántico
Robert Paxton McCulloch era un norteamericano que heredó el imperio, junto con dos hermanos, que su abuelo había construido. De todos modos, tomó su propio camino en los negocios y fundó algunas compañías que le reportaron importantes beneficios. Un tipo listo, como vemos, aunque no menos obstinado.
En 1968, este tipo se propuso conseguir una atracción realmente destacada para su ciudad y en la búsqueda de la misma llegó a Londres. Por entonces, un puente de Londres, construido por John Rennie en el año 1831 sobre el Támesis, estaba comenzando a hundirse. Por ello, el ayuntamiento londinense determinó que había que construir un nuevo puente y en lugar de demoler o desmontar el puente del siglo anterior, lo sacó a subasta.
McCulloch decidió entrar en la puja, con el objetivo de llevarse el puente a su ciudad, en Arizona, EEUU. El precio que ofreció nuestro amigo en su oferta fue calculado del siguiente modo: el coste de desmantelar el puente suponía 1,2 millones de dólares, y él dobló tal precio en su oferta. A estos 2,4 millones de dólares le añadió 60.000 dólares, mil por cada año de vida que habría pasado cuando, según sus cálculos, el puente fuera reconstruido en el otro lado del Atlántico. Por supuesto, por este precio, y con poca competencia, McCulloch se hizo con el puente.
Tres años más tarde, después de desmontar la construcción piedra a piedra, el puente, con aquellas mismas piedras en la misma posición original, fue finalizado en su nuevo destino. En 1971 se celebró la fiesta de inauguración, con desfile, fuegos artificiales, famosos…
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