Radiografía de la fuerza de voluntad
Por Jorge Alcalde
Esforzarse no está de moda. Al menos en eso a lo que perezosamente llamamos "mundo occidental". En buena parte de Europa y EEUU las carreras de ciencias se despueblan de nativos mientras las aulas se van llenando de estudiantes procedentes de lo que también de manera poco esforzada damos en llamar "otras culturas".
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China y la India envían sus retoños a estudiar en las mejores universidades del planeta con un consejo en la maleta: "Esfuérzate por ser el mejor", que es como decir: "Aprovecha que vas a un mundo donde el esfuerzo ya no es moneda de cambio".
Es difícil encontrar un experto en educación (incluso entre las filas de los pedagogos más postmodernos) que no reconozca que la pérdida del valor esfuerzo es una de las grandes fallas del sistema educativo occidental. Aun así, no parece que estemos dispuestos a restituirlo. Quizá porque no sepamos bien qué es. Cómo podemos definir el esfuerzo. Dónde reside la diferencia entre unas voluntades y otras, entre el ánimo del que se levanta todas las mañanas de madrugada para estudiar más y el que decide conformarse con las migajas que el sistema le permite disfrutar. ¿Memorizar una lista de reyes o de valencias químicas es esfuerzo? ¿Podemos decir que quien se lee hasta la última coma la novela mal escrita por el simple deseo de no doblegarse se está esforzando correctamente?
Un reciente estudio publicado en el Journal of Neuroscience y firmado por Michael Treadway ha venido a arrojar algo de luz en el tema desde la neurología. Por primera vez se ha tratado de radiografiar la fuerza de voluntad. ¿El joven que decide encerrarse el fin de semana a estudiar tiene un cerebro distinto al que prefiere volcarse en la contemplación de sí mismo en el sofá? La idea es provocadora, polémica y políticamente incorrectísima, pero los resultados ya están publicados.
La investigación consistió en someter a un grupo de voluntarios a varias pruebas que requerían diferentes esfuerzos y llevaban emparejadas distintas recompensas. La prueba menos exigente obligaba al voluntario a presionar durante 30 segundos tantas veces como fuera posible un botón con su mano de preferencia (izquierda o derecha); en la más dura debía presionar durante 100 segundos el mismo botón con la otra mano.
Los investigadores midieron la respuesta cerebral de los sujetos mediante tomografía de emisión de positrones PET ante los diferentes retos, y las variaciones que se producían cuando se aumentaba la recompensa desde 1 dólar hasta 4,30. Querían con ello saber si se activan áreas cerebrales diferentes cuando se realiza un esfuerzo, si hay una dotación neuronal específica para la fuerza de voluntad y si la recompensa modifica este estímulo.
La respuesta a todas las preguntas es "sí".
El escáner mostró que el cuerpo estriado izquierdo y el córtex prefrontal ventromedial experimentaban una actividad dopaminérgica mayor en personas que mantenían el esfuerzo por más tiempo a cambio de una recompensa. En este espacio del cerebro coexisten algunas funciones que tienen que ver con el análisis coste-beneficio. La actividad ahí generada puede estar relacionada con la diferencia entre seguir estudiando una hora más a cambio de un aprobado o tirar la toalla y marcharse a jugar a la consola.
Otro área interesante del cerebro resultó ser la ínsula, en este caso por todo lo contrario. Las personas con mayor actividad dopaminérgica en esta zona parecen tener mayor tendencia a la renuncia. Como si en este fragmento del cerebro se procesara la información sobre la cara amarga del esfuerzo (el cansancio, el aburrimiento, el dolor del dedo cuando lleva 60 segundos activando un botón)...
Desde que Darwin abriera el melón de la evolución, muchos biólogos han tratado de encontrar en la herencia las raíces del éxito profesional. Pero nunca se ha realizado una aproximación tan detallada al mundo de las diferencias que hacen a unos seres humanos más inmunes al desaliento, más propensos al sacrificio y al estudio, más preparados para el esfuerzo. Un escáner no es más que una fotografía instantánea de la actividad del cerebro. Las interpretaciones posibles son aún muy poco útiles. Pero no cabe duda de que se ha dado un paso adelante en la comprensión de uno de los fenómenos que más daño está haciendo a la comunidad estudiantil del mundo (o al menos de una parte del mundo) el destronamiento del esfuerzo.
Es difícil encontrar un experto en educación (incluso entre las filas de los pedagogos más postmodernos) que no reconozca que la pérdida del valor esfuerzo es una de las grandes fallas del sistema educativo occidental. Aun así, no parece que estemos dispuestos a restituirlo. Quizá porque no sepamos bien qué es. Cómo podemos definir el esfuerzo. Dónde reside la diferencia entre unas voluntades y otras, entre el ánimo del que se levanta todas las mañanas de madrugada para estudiar más y el que decide conformarse con las migajas que el sistema le permite disfrutar. ¿Memorizar una lista de reyes o de valencias químicas es esfuerzo? ¿Podemos decir que quien se lee hasta la última coma la novela mal escrita por el simple deseo de no doblegarse se está esforzando correctamente?
Un reciente estudio publicado en el Journal of Neuroscience y firmado por Michael Treadway ha venido a arrojar algo de luz en el tema desde la neurología. Por primera vez se ha tratado de radiografiar la fuerza de voluntad. ¿El joven que decide encerrarse el fin de semana a estudiar tiene un cerebro distinto al que prefiere volcarse en la contemplación de sí mismo en el sofá? La idea es provocadora, polémica y políticamente incorrectísima, pero los resultados ya están publicados.
La investigación consistió en someter a un grupo de voluntarios a varias pruebas que requerían diferentes esfuerzos y llevaban emparejadas distintas recompensas. La prueba menos exigente obligaba al voluntario a presionar durante 30 segundos tantas veces como fuera posible un botón con su mano de preferencia (izquierda o derecha); en la más dura debía presionar durante 100 segundos el mismo botón con la otra mano.
Los investigadores midieron la respuesta cerebral de los sujetos mediante tomografía de emisión de positrones PET ante los diferentes retos, y las variaciones que se producían cuando se aumentaba la recompensa desde 1 dólar hasta 4,30. Querían con ello saber si se activan áreas cerebrales diferentes cuando se realiza un esfuerzo, si hay una dotación neuronal específica para la fuerza de voluntad y si la recompensa modifica este estímulo.
La respuesta a todas las preguntas es "sí".
El escáner mostró que el cuerpo estriado izquierdo y el córtex prefrontal ventromedial experimentaban una actividad dopaminérgica mayor en personas que mantenían el esfuerzo por más tiempo a cambio de una recompensa. En este espacio del cerebro coexisten algunas funciones que tienen que ver con el análisis coste-beneficio. La actividad ahí generada puede estar relacionada con la diferencia entre seguir estudiando una hora más a cambio de un aprobado o tirar la toalla y marcharse a jugar a la consola.
Otro área interesante del cerebro resultó ser la ínsula, en este caso por todo lo contrario. Las personas con mayor actividad dopaminérgica en esta zona parecen tener mayor tendencia a la renuncia. Como si en este fragmento del cerebro se procesara la información sobre la cara amarga del esfuerzo (el cansancio, el aburrimiento, el dolor del dedo cuando lleva 60 segundos activando un botón)...
Desde que Darwin abriera el melón de la evolución, muchos biólogos han tratado de encontrar en la herencia las raíces del éxito profesional. Pero nunca se ha realizado una aproximación tan detallada al mundo de las diferencias que hacen a unos seres humanos más inmunes al desaliento, más propensos al sacrificio y al estudio, más preparados para el esfuerzo. Un escáner no es más que una fotografía instantánea de la actividad del cerebro. Las interpretaciones posibles son aún muy poco útiles. Pero no cabe duda de que se ha dado un paso adelante en la comprensión de uno de los fenómenos que más daño está haciendo a la comunidad estudiantil del mundo (o al menos de una parte del mundo) el destronamiento del esfuerzo.
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