Cebra fantasma
Con algo de niebla marina y unas cuantas ramas de nogal
nace la cebra fantasma:
en los ojos espuma fría, y en las entrañas barro deshecho
de las marismas.
Pasta cerca de las playas, dejando un rastro de humedad.
Dada su proverbial timidez, son pocos los que han
conseguido verla,
y de ellos menos aun sabrían describirla con precisión,
pues es frágil y evanescente como el aire.
Su esperanza de vida es corta: al poco tiempo entra de
nuevo en la niebla que le dio cuerpo y se disuelve en ella,
dejando sobre la hierba un haz de leña que los pescadores
utilizan para calentarse.
De noche, encienden hogueras y se envuelven en mantas, y
es entonces cuando,
proyectada contra la espiral de humo, se dibuja por un
instante la silueta de una cebra,
un fantasma inquietante que duda y tiembla –pero es el
humo– antes de desvanecerse
para siempre en el aire y la noche circundante.
Jordi Doce
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