Ser La Serpiente
Si pudiera regresar al Edén
A pesar de los ángeles y sus espadas de fuego
Y se me diera a escoger qué personaje encarnar en la tragedia,
Quisiera ser la serpiente.
Conocedora de los secretos de la fruta prohibida,
Lasciva en su mansa postura de espectadora del pecado,
Prefiero ser la serpiente,
Que amó a Eva en su prístina belleza,
A Adán en su tonta inocencia
Y probó a Aquel que no nos atrevemos a nombrar,
Que todos somos falibles,
Cuando hizo al hombre poseer el objeto de su deseo
Fundido a la medida de sus más umbrosas fantasías.
Quiero, sí, ser la sabia serpiente,
Porque sin ella no habría historia que contar,
Más allá de un jardín abúlico,
Semejante a una pecera de peces aburridos.
Sería, definitivamente, ese monstruo antiguo,
Retador del Divino Alquimista,
Que vio partir, cabizbajos, a los amantes,
Y a Dios marchar a su exilio, allá arriba,
Tratando de olvidar los labios de su Eva.
Porque, no sé si lo recuerdan
- a veces estos detalles pasan inadvertidos -:
Ella quedó, sonriente,
Viéndolos retirarse de la escena,
Eternamente invasora,
Propietaria definitiva,
Del Jardín que todos añoramos.
Marié Rojas Tamayo
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