EL ÁGUILA
Guerrero de ninguna parte,
soldado sin ejércitos.
Tu casco de plumas se
vuelve cobre al caer la tarde.
El cielo se tiñó de rojos,
naranjas y amarillos.
El maestro de ceramistas
lo doró con soplo artesano.
Mano sagrada que guarda
el aliento último de la tarde,
acaricia tus destellos.
Batir de alas,
garra desprendida...
a la búsqueda de un nuevo sol.
(De "ESCRITOS PARA VIVIR", © Luis Tamargo)
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