Nacho Vegas es considerado, a estas alturas, un personaje clave dentro del panorama español. Un personaje tras el que se encuentra el asturiano Ignacio González Vegas (Gijón, 1974), pero, sobre todo, un autor prolífico e inquieto. Cuando se habla de Nacho Vegas se habla de un cantautor con influencias clásicas pero que tiene un fuerte arraigo en el rock independiente. Pertenece a esa estirpe de artistas que no temen lo políticamente incorrecto -como Albert Plá, Andrés Calamaro, Josele Santiago, Los Planetas o Fernando Alfaro- y se dedica a iluminar los rincones oscuros, a describir conflictos, emociones y obsesiones, siempre armado de una amplia cultura musical (también de la otra). Su popularidad va traspasando poco a poco el límite entre el público indie y el mainstream. Tras haber publicado desde 2001 tres álbumes en solitario, un puñado de LPs, y sus discos en colaboración con Enrique Bumbury y Christina Rosenvinge, ha generado una admiración y leyenda que sorprende igual que fascina.Han pasado unos cuantos años desde que la urgencia juvenil le llevara a coger una guitarra como medio de expresión -escondiendo su timidez tras una melena rubia como miembro de Eliminator Jr-, y Nacho Vegas sigue sin cesar en su búsqueda empírica: ya sea a través de los grupos en los que ha militado (Manta Ray, Diariu), en las colaboraciones que junto a otros artistas ha llevado a cabo -Nosoträsh, Corcobado, Mus o Migala-; o basándose en su propia experiencia vital.
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