Mandelbrot, el matemático que no sabía multiplicar
Mandelbrot hablando de fractales |
El padre de Benoit Mandelbrot era un hombre de negocios y su madre había recibido una buena educación, y al parecer siempre guiaron a su hijo para que tomara el camino de los estudios y fuera ingeniero o trabajara en algún campo de la ciencia aplicada. Por desgracia, la primera hija del matrimonio falleció siendo aún una niña por culpa de una epidemia que asoló Varsovia. Su madre, temiendo que sus otros dos hijos acabaran también siendo víctimas de alguna infección grave, optó por educarlos en casa y no enviarlos al colegio. De su educación se encargó uno de los tíos de los niños, un hombre también con una buena formación.
Pero en lugar de enseñar a los niños aspectos básicos como el alfabeto o la aritmética básica, se preocupó más de inculcarles un pensamiento creativo. La base de la educación era la lectura voraz de toda clase de textos, partidas de ajedrez y el estudio de mapas. De esta educación salió una mente matemática sorprendente, que si bien fue rechazada en cierta medida por otros matemáticos de su época, entre ellos su propio tío, acabó creando mundos nuevos.
Tal fue la educación de Mandelbrot, que cuando recibió el premio Wolf en física, entregado por la fundación homónima y que conlleva 100.000 dólares de dotación, él mismo reconoció que nunca había aprendido las tablas de multiplicar y que aún en aquel momento, en 1993, seguía teniendo problemas para multiplicar.
Fuente: The physics of Wall Street, de James Owen Weatherall Curistoria
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