sábado, 17 de agosto de 2013

IRENA SENDLER, El ángel de Varsovia


IRENA SENDLER, El ángel de Varsovia




La figura de Oskar Schindler fue aclamada por medio mundo gracias al director de cine Steven Spielberg, que se inspiró en él para hacer la película que conseguiría siete Oscar en 1993 narrando la vida de este industrial alemán que evitó la muerte de 1.200 judíos en los campos de concentración. Pero hubo más personas que arriesgaron sus vidas para ayudar a los más desfavorecidos en aquella época. En el Budapest ocupado un diplomático español, Ángel Sanz Briz, evitó la matanza de 5.200 judíos húngaros emitiendo salvoconductos a todos ellos alegando que eran sefardíes (descendientes de los judíos que vivieron en la península ibérica), sólo unos 200 lo eran. El diplomático sueco Raul Wallenberg fue responsable de la salvación de unos 40.000 judíos húngaros.


Y estos héroes tienen su versión femenina en Polonia. Se llamaba Irena Sendler y había salvado la vida de 2.500 niños judíos. Se la llamó «El Ángel del Gueto de Varsovia». La vida de esta heroína fue llevada a la pequeña pantalla por la CBS enThe Courageous Heart of Irena Sendler, donde fue interpretada por la ganadora de un Oscar Anna Paquin. Por su trabajo en esta miniserie, la protagonista fue nominada al Globo de Oro como mejor actriz de miniserie o telefilme 2009.




Irena Sendler nació como Irena Krzyzanowska el 15 de febrero de 1910, en un pueblo llamado Otwock a 23 kilómetros al sudeste de Varsovia. Desde su infancia sintió simpatía por los judíos. Su padre, un médico reconocido, falleció en 1917 a causa de un tifus contraído al tratar a varios pacientes rechazados por sus colegas: muchos de esos pacientes eran judíos. Tras su muerte, los líderes de la comunidad judía ofrecieron pagar los estudios de la muchacha. En la Polonia de pre-guerra, Irena se opuso al sistema de discriminación adoptado por algunas universidades, como resultado de lo cual fue suspendida en la Universidad de Varsovia durante tres años.


Cuando Alemania invadió el país en 1939, Irena era enfermera en el Departamento de Bienestar Social de Varsovia, el cual llevaba los comedores comunitarios de la ciudad. Allí trabajó incansablemente para aliviar el sufrimiento de miles de personas tanto judías como católicas. Gracias a ella, estos comedores no sólo proporcionaban comida para huérfanos, ancianos y pobres sino que además entregaban ropa, medicinas y dinero. El primer año de la ocupación lo dedicó a facilitar a familias judías ropa, comida y todo aquello que no podían conseguir por culpa de la discriminación de que eran objeto.




Los nazis crearon un gueto judío en Varsovia. Cuatrocientas mil personas fueron confinadas en un espacio minúsculo, tapiado y vigilado las 24 horas del día. Durante los tres años de su existencia, el hambre, las enfermedades y las deportaciones a campos de concentración y de exterminio redujeron su población a cincuenta mil habitantes. Irena, horrorizada por las condiciones en que se vivía allí, se unió al Consejo para la Ayuda de Judíos. Ella misma lo cuenta: " Conseguí, para mí y mi compañera Irena Schultz, identificaciones de la oficina sanitaria, una de cuyas tareas era la lucha contra las enfermedades contagiosas. Más tarde tuve éxito en conseguir pases para otras colaboradoras. Como los alemanes invasores tenían miedo de que se desatara una epidemia de tifus, toleraban que los polacos controláramos el recinto ”. Irena entraba diariamente al gueto a llevar comida y medicinas, siempre portando un brazalete con una estrella de David como símbolo de solidaridad y para no llamar la atención de los nazis.

Pronto se puso en contacto con familias a las que ofreció sacar a sus hijos del gueto y ponerlos a salvo. Pero no les podía dar garantías de éxito. Lo único seguro era que los niños morirían si permanecían en él. Muchas madres y abuelas eran reticentes a entregar a sus niños, algo absolutamente comprensible pero que resultó fatal para ellos. Algunas veces, cuando Irena o sus chicas volvían a visitar a las familias para intentar hacerles cambiar de opinión, se encontraban con que todos habían sido llevados al tren que los conduciría a los campos de la muerte.




A lo largo de un año y medio, Irena consiguió rescatar a más de 2.500 niños por distintos caminos: comenzó a sacarlos en ambulancias como víctimas de tifus, pero pronto se valió de todo tipo de subterfugios que sirvieran para esconderlos: sacos, cestos de basura, cajas de herramientas, cargamentos de mercancías, bolsas de patatas, ataúdes... en sus manos cualquier elemento se transformaba en una vía de escape. Incluso adiestró a un perro que la acompañaba para que ladrara a los soldados alemanes cuando salía y entraba con su vehículo, los cuales no se acercaban. Sus ladridos además amortiguaban los posibles ruidos de los niños. Una vez fuera, eran acogidos en hogares católicos de familias polacas. En aquellos casos en los que no encontraban una familia que se hiciese cargo de ellos, los ocultaban en orfanatos o conventos, y poco a poco fueron enviados a Palestina.



Irena quería que aquellos niños un día pudieran recuperar sus verdaderos nombres, su identidad, sus historias personales y sus familias. Entonces ideó un archivo en el que registraba los nombres de los niños y sus nuevas identidades. Apuntaba los datos en pedazos pequeños de papel y los enterraba dentro de frascos bajo un manzano en el jardín de su vecino. Allí aguardó sin que nadie lo sospechase el pasado de 2.500 niños. Sus contactos en la Resistencia hicieron el resto. Fabricaron identidades falsas para cada niño, borrando todo vestigio de su pasado en el gueto.


Pero un día, los alemanes supieron de sus actividades. El 20 de octubre de 1943, Irena Sendler fue detenida por la Gestapo y llevada a la prisión de Pawiak donde fue brutalmente torturada. En un colchón de paja de su celda encontró una estampa ajada de Jesucristo. La conservó como el resultado de un azar milagroso en aquellos duros momentos de su vida, hasta el año 1979 en que se deshizo de ella y se la obsequió a Juan Pablo II.





Irena era la única que sabía los nombres y las direcciones de las familias que albergaban a los niños judíos; soportó la tortura y se rehusó a traicionar a sus colaboradores o a cualquiera de los niños ocultos. Le rompieron los pies y las piernas además de innumerables torturas. Pero nadie pudo romper su voluntad. Así que fue sentenciada a muerte. Una sentencia que nunca se cumplió porque camino del lugar de la ejecución, el soldado que la llevaba la dejó escapar. La Resistencia le había sobornado porque no querían que Irena muriese con el secreto de la ubicación de los niños. Oficialmente figuraba en las listas de los ejecutados, así que a partir de entonces, Irena continuó trabajando pero con una identidad falsa.


Al finalizar la guerra, ella misma desenterró los frascos y utilizó las notas para reunir a los niños con sus familiares. Lamentablemente, la mayor parte de las familias de los niños habían perecido en los campos de concentración nazis. Los niños sólo la conocían por su nombre clave: Jolanta. Pero años más tarde cuando su historia salió en un periódico acompañada de fotos suyas de la época, varias personas empezaron a llamarla para decirle: “ Recuerdo tu cara…. Soy uno de esos niños, te debo mi vida, mi futuro y quisiera verte…”.





Una vez finalizada la II Guerra Mundial, Irena Sendler intentó volver a su vida pero fue perseguida por el gobierno comunista por su afinidad con los miembros del gobierno polaco que se encontraban en el exilio y por su asociación con la reaccionaria Armia Krajowa. Nuevamente fue detenida, sufrió un aborto de su segundo hijo y se les negó a sus hijos el derecho de estudiar en universidades polacas. El Estado polaco no reconoció sus méritos. Irena llevó una vida gris y anónima. Nadie sabía quién era y, mucho menos, lo que había hecho por 2.500 niños durante la guerra. Los años de oscurantismo comunista borraron su hazaña de los libros de historia oficiales. Pese a los duros años que sufrió después de la guerra, sus acciones empezaron a tener reconocimiento a partir de 1965 cuando la organización Yad Vashem de Jerusalén le otorgó el título de Justa entre las Naciones y la nombraron ciudadana honoraria de Israel.



Pero habrían de pasar casi 40 años para que fuera reconocida en su patria. En 2003, el presidente Alexander Kwasniewski la condecoró con la orden del Águila Blanca, la más prestigiosa de Polonia. En 2007, con 97 años, el presidente Lech Kaczynski la postuló como candidata al Nobel de la Paz, que finalmente fue concedido al norteamericano Al Gore. Un año después, Irena Sendler murió en paz en un asilo de Varsovia admirada por todos. Había vivido encadenada durante años a una silla de ruedas debido a las lesiones que arrastró tras las torturas sufridas por la Gestapo. No se consideró una heroína. Nunca se adjudicó crédito alguno por sus acciones. " Podría haber hecho más " , decía siempre que se le preguntaba sobre el tema, " Este lamento me seguirá hasta el día que muera ".


Fuentes:
http://www.portalplanetasedna.com.ar/irena_sendler.htm
http://historia.libertaddigital.com/irena-sendler-la-heroina-anonima-1276237412.html
http://es.wikipedia.org/wiki/Irena_Sendler
http://es.wikipedia.org/wiki/The_Courageous_Heart_of_Irena_Sendler

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