lunes, 6 de mayo de 2013
Cuando la ignorancia salvó una vida, por Jose Luis Sampedro
Contaba Sampedro en una conferencia que un día, en plena Guerra Civil, iba paseando por el paseo de Pereda de Santander, en aquel momento en manos republicanas, cuando fue testigo de cómo el lenguaje, aunque más bien fue la ignorancia, salvó una vida. Delante de él caminaba un hombre y tras dicho hombre dos milicianos. Entonces un cuarto se acercó a los milicianos y les dijo que el que caminaba delante suyo era un cura. Ya podrán ustedes imaginar lo que aquella delación suponía, si no la muerte para el sacerdote, sí algunos problemas graves. Los milicianos pararon al hombre y le pidieron la documentación.
El sacerdote, supongo que algo agobiado y asustado, les entregó la cédula personal y el miliciano que la tomó comenzó a leer. Después del nombre y apellidos, llegó a la profesión, donde ponía presbítero. Decía Sampedro que leía aquel un poco entrecortadamente. Entonces, después de leer la profesión, suspiró el miliciano y se la devolvió al asustado cura diciéndole: “anda, anda, toma y márchate, que nos habían dicho que eres cura”. Los que estaban mirando, como el propio Sampedro, se convirtieron en cómplices de la ignorancia del miliciano y ninguno lo sacó de su error. El cura, lógicamente, se fue rápido y salvó la vida.
La ignorancia del miliciano, que no sabía que presbítero y cura venían a ser lo mismo, permitió al sacerdote salvar la vida al menos en aquella ocasión. Arropada la ignorancia, como decía, por la complicidad del resto de transeúntes.
Fuente: Escribir es vivir, de José Luis Sampedro Curistoria.
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