miércoles, 25 de enero de 2012

ADOLFO MARSILLACH

Sirva este Post en homenaje en el día de su nacimiento...

Adolfo Marsillach Soriano, actor, director de teatro y escritor, nació en Barcelona el 25 de enero de 1928 y se licencio en derecho en 1951. Hijo y nieto de periodistas y críticos teatrales, comenzo como actor en el cuatro escénico de Radio Barcelona en 1945.

En 1947 se enrolo en la compañía de
Ramon Martori que hacía un recorrido por provincias y debuto con la obra "Vacaciones". En 1950, Luis Escobar le contrato como galán para el teatro María Guerrero, de Madrid, y debuta en uno de los papeles de "En la ardiente oscuridad", de Buero Vallejo. Durante varios años, alterno entre el María Guerrero y El Español, realizando una rápida y brillante carrera. En 1961 realiza un viaje profesional a Argentina y a su vuelta a España comienza a trabajar en television, lo que le da una gran popularidad.

De 1962 a 1967 dirigio e interpreto para
TVE las series "Silencio, se rueda", "Silencio, vivimos", "Fernández, punto y coma" y "Habitacion 508"; volvio a este medio en 1974 y dos años después fue emitida la serie "La señora García se confiesa", escrita, dirigida e interpretada por él. En 1982 fue emitida la serie "Ramon y Cajal" en la que interpretaba al famoso científico. Este papel ya lo había realizado en la película "Salto a la gloria" de 1959, por la que recibio el premio del Festival de San Sebastián. Dirigio e interpreto "Pygmalion" en el Teatro Goya, en 1964 y al año siguiente asumio la direccion del Teatro Español en 1965.
Viaja a México en varias ocasiones para representar, entre otras, "El tartufo" en 1970. Estreno "Socrates" en version de Enrique Llovet, en 1972 en Barcelona y, en 1978, es nombrado director del Centro Dramático Nacional, cargo en el que dimite al año siguiente. Tras esta dimisión interpreta "El Tartufo", obra que ya había sido dirigida e interpretada por él en 1969 obteniendo el Premio Mayte.

La década de los años ochenta es igualmente fructífera; en 1982 estrena en
Madrid su primera obra de teatro, en la que también fue director y actor, "Yo me bajo en la proxima, ¿Y usted?". El año siguiente es para él de especial actividad: dirigio el espectáculo musical "Mata Hari" en el teatro Calderon, así como "La Gran Vía" de Chueca y "La tempranica" de Jiménez en el Teatro de la Zarzuela, convirtiéndose así en director del género de la zarzuela por primera vez. Por este camino continuo al año siguiente con "Cinematografo Nacional" representada en el Teatro de la Comedia. 
En 1985 asumio la direccion de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, cuyo primer montaje fue "El médico de su honra" de Calderon de la Barca; después puso en escena "Los locos de Valencia", en 1986, y al año siguiente volvio con Calderon con la obra "Antes que todo es mi dama". También dirigio "La Celestina" en 1987 y "El alcalde de Zalamea" en 1989. En este mismo año puso en escena la opera breve "La hora española" de Ravelen el Gran Teatro de Ginebra. 
El 14 de julio de 1989 fue nombrado por el Consejo de Ministros director del Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música (INAEM), cargo en el que sustituyó a José Manuel Garrido. Este nombramiento coincidió con su último montaje al frente de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, "El vergonzoso en palacio" de Tirso de Molina.
El 8 de noviembre de 1990 dimitió de su cargo en el INAEM y volvió a su trabajo habitual como director de teatro. Su regreso a los escenarios se produjo con la obra "Féliz aniversario", escrita y dirigida por él que estrenó en Sevilla el 2 de enero de 1991. Trece días después la estrenó en Madrid. 
En enero de 1991 se incorporó a la División de Actividades Culturales de la Expo 92, dentro del denominado Ciclo de Teatro Español Contemporáneo. Este, incluirá una selección de obras españolas interpretadas y dirigidas por españoles, y que se prevé que se desarrolle durante los meses de septiembre y octubre de 1992 en el Teatro-Expo, en la Isla de la Cartuja. Tras casi dos años de ausencia, en 1992 inició nuevamente una etapa al frente de la Compañía Nacional de Teatro Clásico

En 1995, Marsillach aceptó sin demasiado entusiasmo celebrar sus bodas de oro con el teatro. Para el aniversario volvio a TVE con un programa de entrevistas llamado "Tren de cercanías", y con dos reposiciones teatrales: "El médico de su honra" con la Compañía Nacional de Teatro Clásico que sigue dirigiendo, y "Yo me bajo en la próxima, y usted?", estrenada en 1982. Ha interpretado dramas del repertorio clásico, comedias modernas, ha dirigido teatro y cine y ha prestado su voz a documentales y cortometrajes.
Entre las películas en las que ha intervenido figuran: "Don Juan Tenorio", "Jeromín", "Salto a la gloria", "Maribel y la extraña familia", "El tulipán negro", "La Regenta", etc, escribiendo también guiones para cine y televisión.

Ha obtenido numerosos galardones, entre los que destacan el
Premio Nacional de Interpretacion, en 1960; Barcelonés del Año, 1964; Medalla de Oro de Radio Barcelona, 1968; Mejor direccion escénica del Premio Nacional de Teatro, en 1974; Premio al mejor director del año de la Asociacion de Directores de Escena en 1987.

En octubre de 1996 fue relevado de su cargo de director de la
Compañía Nacional de Teatro Clásico, que él mismo había fundado diez años antes, siendo sustituido por Rafael Pérez Sierra. 
Las últimas obras que ha dirigió han sido "El misántropo" de Molier, con adaptación del texto de Fernando Savater y con Carlos Hipólito como protagonista; las zarzuelas "La Gran Vía" y "El chaleco blanco", de Federico Chueca; y el espectáculo musical "La Celestina", estrenada en junio de 1998 en el Teatro Real.
 En 1997 inició un nuevo período de interpretación en "Una noche con los clásicos", un festival de poesía de los siglos XVI y XVII a cargo de los actores Amparo Rivelles, María Jesús Valdes y Adolfo Marsillach, con fondo de composiciones musicales de Cristóbal Morales, Antonio Cabezón y Luis de Vitoria. En junio de 1998 dirigió el espectáculo musical "La Celestina", estrenado en el Teatro Real de Madrid. Tras ese trabajo  una adaptación suya de "Quien teme a Virginia Woolf", de, en la que tuvo como oponente a Nuria Espert y ambos bajo la dirección de Lluis Pascual
El 1 de septiembre de 1998 fue galardonado con el Premio Comillas por su autobiografía "Tan lejos, tan cerca. (Mi vida)" . 
Marsillach se casó en 1962 con la actriz y ex miss España, Tere del Río, con la que tuvo dos hijas, Cristina y Blanca, ambas actrices. Se separaron en 1970.
Marsillach nos dejó un 21 de Enero del 2002...



Quien no conozca a Adolfo Marsillach como una de las figuras más importantes del teatro español, entre otras cosas como fundador del Centro Dramático Nacional y creador de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, le conocerá por cualquiera de las otras múltiples facetas de su incesante actividad a lo largo de más de cincuenta años en el mundo del espectáculo : como director, guionista y actor (¿cómo no recordar su memorable encarnación de Ramón y Cajal en televisión ?), como intérprete en incontables películas, autor teatral de reconocido éxito y articulista irónico y polémico. Todo ello no le ha impedido el vivir entre bastidores las miserias y grandezas de su oficio. En esta singular autobiografía, ganadora del XI Premio Comillas, de biografía, memorias y autobiografía, nos cuenta no sólo la aventura de su vida pública y privada ?que puede hacer las delicias de los amantes de la «pequeña historia» nacional?, sino que retrata descarnadamente, pero con gran sentido del humor, el desarrollo de lo que han sido el teatro, el cine y la televisión españoles desde la posguerra hasta nuestros días.
Fragmentos de la autobiografía:

"Tampoco yo soy – o al menos no me considero – un mal catalán. Ni mi padre. Ni nadie, que yo sepa, de mi familia. Admiro y quiero – porque son rabiosamente “míos” – a Maragall, a Verdaguer y a Rusiñol, pero también me pertenecen – y no estoy dispuesto a ponerles una barretina sobre la tumba – Cervantes, Quevedo y Lope. He sido educado en una idea universalizada de la cultura y, por muy pequeño que sea el universo – que sí, que lo es -, me niego a empequeñecerlo todavía más. En el fondo de mi corazón sólo considero compatriotas a quienes leyeron los mismos libros que yo he leído. Lo demás – como dijo Shakespeare – es silencio."

"El Tartufo me obligó a plantearme la vieja cuestión de cómo tratar a los clásicos. En algún sitio escribí estas líneas que anticipaban unas ideas que muchos años más tarde iba a poner en práctica durante mi etapa como director de la Compañía Nacional de Teatro Clásico: 'Adoro los libros, me encanta abrirlos, olerlos, descifrarlos con cierto deleite amoroso. Pero los libros que yo elijo, los que he descubierto, los que me esperan, ofreciéndoseme, sobre mi mesilla de noche. Los otros, no. Los que me forzaban a leer para aprobar una asignatura, no: ésos no los quiero. Y un clásico es víctima de esa circunstancia, víctima de la enseñanza obligatoria. Un clásico es un autor con la etiqueta de “pesado” en el lomo de sus libros. Pero ese autor – ese hombre- tuvo un día otras espaldas y otros “lomos”, si se me permite decirlo así. Y ahora lo desconocemos. Le hemos construido un sólido panteón de estudios y seminarios y hemos echado la llave al mar de las cosas muertas. Y, sin embargo, ese hombre estuvo vivo una vez y no fue un clásico'”.

"Leí no hace mucho en una entrevista que le hacían a Antonio Resines, que éste aseguraba – no sé si despectivamente – que “el teatro no da dinero ni popularidad”. Claro, claro, es verdad. Lo que sucede es que yo no quiero ser millonario ni popular (y si llego a serlo no me consideraré del todo responsable). Para mí el teatro es una aventura, un vértigo, una atracción… La misma que siente el escritor al empezar una novela o el pintor al iniciar un cuadro. No sé, creo que no me compensa hacer algo que no me conmueva. El Centro Dramático Nacional estaba lleno de Antonios Resines."

"A los dramaturgos que creen que sus textos son intocables, les encantan los intérpretes enfáticos y declamatorios que reverencian los puntos, las comas y los paréntesis. Los que, más pragmáticos, opinamos que “la obra es el resultado”, preferimos los actores que dan la sensación de ignorar lo que van a decir en la frase siguiente."

"Recuerdo que, en un viaje que hice a China, tuve un encuentro con los directores de la Ópera de Pekín, que, en contra de lo que pueda suponerse, no es un local sino un género: hay “óperas de Pekín” en muchas ciudades. Nos contaron – íbamos en la misma “excursión” Antonio Gala, Terenci Moix, Víctor Ullate, José Manuel Garrido y Alfonso Riera – que entre los intérpretes de su ópera se desconocía el paro.
- ¿Por qué?
- Educamos al número exacto de actores que se necesitan: ni uno más. Se hace una rigurosa selección entre muchísimos candidatos de todo el país – niños entre cinco o seis años -, los traemos aquí, se les somete a una disciplina muy fuerte, les enseñamos música, canto, danza, artes marciales, maquillaje y, naturalmente, interpretación. Luego, cuando acceden a la juventud, los distribuimos entre los teatros que tienen vacantes que precisan ser cubiertas.
- ¿Y ustedes no se equivocan?
- ¿Cómo?
- ¿Qué ocurre si un chico, al que se eligió siendo un niño, después se comprueba que carece de talento?
- Ah, ningún problema: los malos intérpretes se quedan de profesores.
Nunca he olvidado esta lapidaria sentencia. Su paralelismo español me aplasta."

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