
Como ustedes intuirán, las prisas y la utilización de una imprenta convencional, con recursos convencionales, dieron lugar a sellos muy fáciles de falsificar. Para aportar un poco más de seguridad a estos se ordenó que todo los expendedores firmaran los sellos al venderlos, de tal forma que se evitara en cierta medida el fraude. Así se hizo y los sellos fueron utilizados con normalidad durante un tiempo, hasta que llegó una nueva entrega desde Inglaterra y se volvió al uso de los sellos británicos.
Estos sellos estuvieron durante mucho tiempo olvidados. No había muchos debido a su tirada limitada y local. En 1873 un niño llamado Vernon Vaugham encontró uno de estos sellos de un céntimo entre unos papeles familiares, matasellado en 1856. Lo adjuntó a su colección. Más tarde lo vendió por 6 chelines.
La historia del "magenta de un centavo" discurre entre las manos de varios coleccionistas e inversores a la vez que se multiplicaba su precio: 1 centavo, 180 libras esterlinas, 352.750 francos y así hasta casi 1.000.000 de dólares. El último comprador es un millonario heredero de la fortuna Dupont y el sello permanece en su impresionante colección. Ha pasado del céntimo al millón y actualmente reposa en un banco de Filadelfia esperando la próxima subasta, en la que seguirá multiplicando su precio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario