domingo, 12 de agosto de 2012

La galerna del 12 de agosto de 1912 en el Cantábrico...


TRAGEDIAS EN LA MAR

La galerna que canceló 40 bodas en 1912



El mismo año que ocurrió el hundimiento del Titanic, en 1912, se produjo en el Golfo de Bizkaia una catástrofe que, salvando las distancias, no solo es comparable sino que en algunos aspectos podríamos decir que lo supera. Si tomamos en cuenta el número de víctimas habidas frente a las costas de Terranova la noche del 14 al 15 de abril, perecieron 1.517 personas, haciendo del accidente del Titanicuna de las catástrofes marítimas más grandes en tiempo de paz de la que se tiene constancia. Casi exactamente cuatro meses más tarde, el Golfo de Bizkaia fue azotado por una gran galerna que, si bien cuantitativamente no produjo tantos muertos como el iceberg noratlántico, superó con creces el desastre cualitativo que llevó a la población pescadora vizcaina, en especial a la bermeana. La prensa en los días y semanas posteriores al enorme temporal publicó listas de desaparecidos en la mar que elevaban la cifra de ahogados a 119 pescadores vecinos de Bermeo, 14 de Lekeitio y 8 de Elantxobe. En total 141, uno de cada cien bermeanos. Teniendo en cuenta que todos eran varones y la mayoría, además, jóvenes de entre 18 y 30 años, podemos hacernos una idea de la situación en que debieron quedar muchas familias, en su gran mayoría de las clases más desfavorecidas.
El capitán Edward John Smith afirmó antes de partir en el Titanic hacia Nueva York que no concebía nada que pudiera hundir un barco moderno, y el suyo lo era. Con ello hacía del trasatlántico un artefacto insumergible, sosteniendo que el conocimiento y la ciencia podían superar a las fuerzas naturales. Nada de esto hubiera aseverado ningún patrón vasco de pesca de la época. Sabían por experiencia propia que la naturaleza tenía infinitamente más fuerza que la sabiduría humana. Aun así, siendo grandes los elementos naturales que provocaron ambas tragedias, los conocimientos y avances técnicos de la época eran suficientes para que los daños habidos en ambas tragedias se hubieran reducido al mínimo. En el caso del Titanic, con solo embarcar el suficiente número de botes salvavidas habría sido suficiente. Del mismo modo, las lanchas vascas no se habrían ido a pique, simplemente, de haber tenido en cuenta el parte meteorológico del observatorio de Igeldo.
UN AVISO IGNORADO La de agosto de 1912 no fue la primera ni la más mortífera de las galernas. En el recuerdo de las gentes del mar, por citar algunas, estaba la de abril de 1878, con más de cien muertos -algunas fuentes hablan de 400 ahogados entre vascos y cántabros-, o las de julio de 1881 y octubre de 1892, con sus correspondientes regueros de muertos, viudas y huérfanos. Pero lo que, tal vez, hizo especial a esta catástrofe, además de concentrarse sus dramáticas consecuencias prácticamente en una única localidad, fue su evitabilidad. Cuando se leen los relatos de los arran-tzales que lograron sobrevivir, en casi todos se nos cuenta que poco antes de que se desatara la enorme marejada los pescadores labortanos y franceses les hicieron señas y mostraron los barómetros de a bordo para, a continuación, poner proa a tierra. Los vizcainos, simplemente, no entendieron lo que querían indicarles.
En Igeldo funcionaba -funciona- desde 1905 el observatorio meteorológico de igual nombre, construido gracias al afán y esfuerzo desplegado por un sacerdote aficionado a las cosas del tiempo. Este cura, Juan Miguel Orkolaga, lejos de las predicciones del tiempo tradicionales hechas a ojo de buen cubero, basaba sus cálculos en la ciencia meteorológica, lo que hizo que sus estimaciones fueran muy apreciadas por los hombres de mar. Sin embargo, sus primeras súplicas para la instalación de una estación en condiciones toparon con la racanería de las diputaciones vizcaina y guipuzcoana y con las reticencias políticas de los oponentes a las ideas integristas del sacerdote, llamado por algunos padre de las borrascas. Finalmente, Orkolaga logró el dinero suficiente de la Diputación de Gipuzkoa para habilitar el observatorio de Igeldo y pudo realizar en condiciones su labor de recogida de datos y elaboración de partes. Precisamente, el 12 de agosto de 1912, Orkolaga predijo el temporal que se avecinaba y avisó a los puertos de todo el norte peninsular con el fin de tomar medidas. Las lanchas guipuzcoanas, temiendo lo que afirmaba el parte, no salieron a la mar. Los labortanos sí salieron pero, por lo visto, no fiándose del todo del buen tiempo, embarcaron barómetros para medir el brusco cambio de presión, señal inefable de la proximidad de la galerna. Los vizcainos, antes de partir, solo observaron una bella mar, y en ella la última oportunidad para mejorar algo la que estaba resultando una desastrosa campaña de atún, próxima, además, a su finalización con la celebración de la festividad de la Virgen de agosto, el día 15.
LA TORMENTA PERFECTA La galerna del 12 y 13 de agosto de 1912 se acercó mucho a la tormenta perfecta, a la calamidad perfecta. No solo cogió a las lanchas atuneras a más de 40 millas del puerto, sino que se desató cuando la noche era pura tiniebla. La única oportunidad de salvación para las tradicionales lanchas a remo y vela era poner las embarcaciones proa al oleaje y capear el temporal, pero las embestidas del mar fueron enviando a pique uno a uno los frágiles barcos. Los tripulantes de las txalupas que se mantenían a flote podían, en algunos casos, oír a sus compañeros náufragos gritar auxilio, pero la nula visibilidad les impedía ofrecerles ayuda en el caso de que conservaran todavía algún margen de maniobra, pues algunos barcos se mantenían a flote poco menos que de milagro.
En tierra, la angustia por los maridos, hijos, hermanos o novios que se hallaban en la mar, se hizo insufrible, y a medida que pasaban las horas no decreció. Hasta el día 14 no llegaron noticias de los barcos que habían podido alcanzar puertos cántabros, pero estas mismas noticias eran, en sentido contrario, la confirmación de lo peor que había acontecido con los hombres que faltaban. Al final, casi 150 varones -desde grumetes a hombres de edad- fallecieron entre el 12 y el 13 de agosto de 1912, en el caso de Bermeo una gran parte de su juventud. Un dato para aproximarnos a la tragedia: de las ochenta bodas programadas para su celebración en los días de fiesta de la Virgen, cuarenta no pudieron celebrarse porque los novios perecieron en el mar.
Hay que tener en cuenta también que los hombres ahogados eran casi en todos los casos los que procuraban los ingresos materiales en las familias damnificadas. Para socorrer a las viudas y huérfanos se organizaron numerosas cuestaciones -gremiales, locales, provinciales o nacionales- que recaudaron mucho dinero. Sin embargo, no todo estuvo libre de polémica y pronto arreciaron las críticas contra los caciques locales, a quienes se les acusó de valerse del reparto de las ayudas para ganar simpatías políticas.
MEJORAS POSTERIORES Los naufragios provocados por la galerna que asoló la costa de Bizkaia ese año no fueron los últimos que padecieron los marineros vascos. Después del Titanic también han seguido hundiéndose barcos de gran tonelaje, pero en cierto sentido ambas tragedias supusieron un punto y aparte. En el caso de los barcos de pasajeros, la legislación marítima internacional obligó a que la capacidad de los salvavidas de abordo igualara al número de tripulación y pasajeros. Para el caso de los pescadores vascos supuso el fin de los barcos pesqueros a vela. Para la fecha de la galerna ya se usaban vapores en labores de pesca. Los relatos de los náufragos hablan de cómo ellos pescaban en lanchas y trasladaban el producto para que los vapores lo trasladaran a puerto. La mayor autonomía de los vapores hizo que pudieran ponerse a salvo, y el temporal se cebó en las lanchas de vela y remo. En adelante, estas embarcaciones tradicionales dejarían de ser construidas. Los barcos de bajura serían también a vapor.
No fue la única medida adoptada, hubo más. La meteorología científica se hizo imprescindible y todos los puertos fueron comunicados adecuadamente con Igeldo, observatorio al que se dotó de estación de radio. Por otra parte, los numerosos informes de expertos que sobre el estado de la clase marinera y la pesca se redactaron antes y después de la catástrofe lograron que las condiciones de los puertos fueran mejorando, que las enseñanzas náuticas profesionales alcanzaran a los patrones y que las condiciones de vida de los pescadores, poco a poco, mejoraran.
Fuente:IÑAKI GOIOGANA
‘GALERNA, LA TORMENTA DESCONOCIDA’.
StylusArt.


La plácida noche de verano se tornó en una escalofriante pesadilla. La galerna del 12 al 13 de agosto de 1912 se acercó mucho a la tormenta perfecta, no solo cogió a las lanchas atuneras a más de 40 millas del puerto, sino que se desató cuando la noche era pura tiniebla. La única oportunidad de salvación para las tradicionales lanchas a remo y vela, era tratar de enderezar el rumbo hacia el viento para no quedar a merced del oleaje. Muchos esfuerzos fueron en vano, la mar se tornó en un infierno ingobernable, las embestidas del mar fueron enviando a pique uno a uno los frágiles barcos. Los tripulantes de las txalupas que se mantenían a flote podían, en algunos casos, oír a sus compañeros náufragos gritar auxilio, pero la nula visibilidad les impedía ofrecerles ayuda en el caso de que conservaran todavía algún margen de maniobra, pues algunos barcos se mantenían a flote poco menos que de milagro.

El 12 de agosto de 2012 se cumplen 100 años de la mayor catástrofe natural del siglo XX en el estado español. Una galerna arrasó la costa vasca dejando 143 víctimas mortales. Las víctimas eran marineros de Lekeitio(16), deElantxobe(8), de Ondarroa(3) y principalmente de Bermeo(116), que dejaron 62 viudas, 205 huérfanos, 64 padres ancianos y 107 hermanos menores.


La galerna se llevó sus vidas y dejó una profunda huella en los pueblos costeros. Pero a pesar de la magnitud de los hechos, los acontecimientos nunca han sido contados y han caído en el olvido para muchas generaciones.


Las Galernas del Golfo de Vizcaya se pueden definir como una entrada súbita de aire marino que sopla de componente noroeste y puede tener una velocidad de entre 60 y 85 kilómetros por hora. Aparece de forma repentina y tiene una fuerte repercusión en el mar, donde se producen fuertes oleajes. Es, por decirlo de alguna manera, como una explosión de viento, rápida, imparable, destructiva y, sobre todo, inesperada. Las galernas se forman cuando una masa de aire superficial muy cálido, formado al abrigo de las montañas, choca con otra masa de aire frío marino. Precisamente lo imprevisible de su formación y la extremada violencia con la que se manifiestan lo que convierte a las galernas en uno de los fenómenos meteorológicos más temidos por los hombres de la mar. Se caracteriza por los bajones bruscos de temperatura en un perfecto día soleado (hasta 12 grados menos) acompañados en ocasiones de chubascos, aumento del oleaje y mar picada

“Galerna, la tormenta olvidada” es la historia de unos hombres que navegaban en lanchas de remo y vela mientras, a no muchas millas de distancia, botaban el mayor y más moderno barco del mundo, el Titanic. Un homenaje a esos marineros y a un pueblo que a pesar de quedarse huérfano supo salir a flote haciendo lo que mejor sabía. Navegar.



El documental ha sido dirigido por Jabi Elortegi y producido por Pausoka Entertainment.

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