miércoles, 8 de agosto de 2012

Las cuentas del duque de Wellington


Las cuentas del duque de Wellington


Muchos de ustedes conocerán la historia relativa a las cuentas del Gran Capitán, cuestión que narré en Curistoria hace cuatro años largos. Pues bien, parece que en una situación similar se vio el duque de Wellington durante la Guerra de Independencia Española. Al menos, a este se le atribuye una carta con el siguiente texto destinada al Foreign Office británico, tan bien sentado y tranquilo en Londres mientras Wellington, o más bien su caballo, pateaba suelo ibérico.
Caballeros:
En tanto que marchábamos desde Portugal hacia una posición desde la que se divisa el acceso a Madrid y las fuerzas francesas, mis oficiales han estado quejándose diligentemente de las propuestas de ustedes, enviadas a través de un barco de Su Majestad de Londres a Lisboa y desde allí mediante despacho a nuestro cuartel general.
Hemos hecho recuento de nuestras sillas de montar, bridas, tiendas de campaña y palos, y de toda clase de objetos variados de los que el Gobierno de Su Majestad me hace responsable. He despechado informes sobre la personalidad, la inteligencia el genio de cada oficial. He dado cuenta de cada pertrecho y cada cuarto de penique, con dos lamentables excepciones por las que suplico la indulgencia de ustedes.
Por desgracia, sigue sin saberse qué ha sucedido con la suma de un chelín y nueve peniques del dinero para gastos menores de un batallón de infantería, y ha habido una espantosa confusión en cuanto al número de tarros de mermelada de frambuesa suministrado a un regimiento de caballería durante una tormenta de arena en la España occidental. Tan censurable descuido bien puede achacarse a la presión de las circunstancias, puesto que nos hallamos en guerra con Francia, un hecho que tal vez suponga una sorpresa para ustedes, los caballeros de Whitehall.
Lo dicho me lleva a mi verdadera intención, que no es otra que la de solicitar que me sean aclaradas las órdenes recibidas del Gobierno de Su Majestad, para que así llegue a entender mejor por qué estoy arrastrando un ejército a través de estas yermas llanuras. Interpreto que forzosamente ha de ser por uno de los motivos que les expongo más abajo. Trataré de cumplir lo mejor que puede cualquiera de los dos, pero no puedo lograrlos ambos:
1.- Instruir un ejército de eruditos ingleses uniformados en España para beneficio de contadores y oficinistas en Londres o, por ventura
2.- Ocuparme de que las fuerzas de Napoleón sean expulsadas de España.
Su más humilde servidor, Wellington.
Como se deduce de esta carta, si es cierta, parece que el oficial británico no estaba muy conforme con la cantidad de explicaciones y burocracia que se le exigía desde Londres.

Fuente: Militaria, de Nicholas Hobbes

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