No te des por muerto antes de tiempo
Richard Steele, un escritor y político irlandés nacido en 1672, es conocido en nuestro días por ser uno de los cofundadores de la revista The Spectator, pero también sirvió en el ejército británico. Entre las historias que solía narrar de su etapa militar, destaca una que despertaba sospechas de no ser del toro real pero que Steele aseguraba como cierta.
Según contaba Steele, el protagonista de su historieta, un soldado, había sido capturado por el enemigo durante la Guerra Civil Inglesa. Entonces se solían ejecutar sin muchos miramientos a los capturados y así aquel hombre fue condenado a la horca poco después de haber caído en manos enemigas. Su ejecución se programó para un viernes, y el día anterior sus captores le dejaron escribir una última carta destinada a su mujer. Como es lógico, el condenado no esperaba que la misiva llegara a manos de su viuda, para entonces, antes de su muerte, ya que iban a ahorcarlo al día siguiente. Steele narraba el sentido contenido del escrito:
Fuente: The military's strangest campaigns and characters, de Tom Quinn
Según contaba Steele, el protagonista de su historieta, un soldado, había sido capturado por el enemigo durante la Guerra Civil Inglesa. Entonces se solían ejecutar sin muchos miramientos a los capturados y así aquel hombre fue condenado a la horca poco después de haber caído en manos enemigas. Su ejecución se programó para un viernes, y el día anterior sus captores le dejaron escribir una última carta destinada a su mujer. Como es lógico, el condenado no esperaba que la misiva llegara a manos de su viuda, para entonces, antes de su muerte, ya que iban a ahorcarlo al día siguiente. Steele narraba el sentido contenido del escrito:
Querida, espero que te encuentres bien tal y como yo estoy ahora, mientras escribo. Esto es para hacerte saber que ayer, entre las once y las doce horas, fui ahorcado, destripado y descuartizado. Morí muy arrepentido[...]Nunca sabe uno cuándo va a estar la suerte de su lado y la mañana de la ejecución, después de que la carta partiera a su destino, un grupo de soldados rescató a nuestro condenado. Esta vez no fue tan rápida la carta destinada a su mujer para hacerle saber que seguía con vida y cuando retomó el contacto descubrió que su esposa sí que había sido rápida y se había casado con otro hombre. No se lo tomó del todo mal nuestro hombre, ya que comprendía que su mujer tenía en su mano la prueba de su muerte y sabiéndose viuda había hecho bien en buscar un nuevo amor.
Fuente: The military's strangest campaigns and characters, de Tom Quinn
No hay comentarios:
Publicar un comentario