Fallece Neil Armstrong, el primer hombre que pisó la Luna...
La vida de Neil Armstrong cambió de forma radical a las 2:56:30 horas del 21 de julio de 1969. Aquel día, el planeta entero esperaba impaciente las noticias del Apollo XI, la nave que transportaba a Armstrong, Michael Collins y Edwin Aldrin se posaba sobre la Luna. "Houston, aquí la base de Tranquilidad. El águila ha aterrizado", dijo como comandante de la nave. Después, bajaría la escalera y entraría en la Histori
a como el primer hombre en pisar la Luna, pronunciando una de las frases más célebres de los últimos tiempos: "Es un pequeño paso para el hombre, pero un gran salto para la humanidad".
Armstrong (Wapakoneta, EE UU, 1930), que falleció ayer a los 82 años debido a unas complicaciones derivadas de una operación cardíaca a la que se sometió a principios de mes, logró que muchos niños tuvieran la ilusión de volar hacia lo imposible. Como él, que se enamoró del cielo con apenas dos años, cuando su padre le llevó a ver las Cleveland Air Races. A los seis ya se montó por primera vez en un Ford Trimotor; y a los quince, antes de aprender a conducir, ya se había sacado la licencia para poder volar. En 1949 se enroló en la Marina y participó en la guerra de Corea (1950-53). Realizó 78 misiones desde el portaaviones USS Essex.
Después de su el servicio militar, se centró en los estudios de Ingeniería Aeronáutica en la Universidad de Purdue para terminar trabajando en la NACA, el embrión de la actual NASA. Allí trabajó de todo: ingenerio, piloto –llegó a probar más de 200 prototipos de aeronaves–, administrativo y astronauta, su gran sueño. En 1962, fue uno de los nueve elegidos por la NASA para intentar llegar a la Luna antes de que acabara la década, como había prometido el presidente Kennedy tras ver el éxito del soviético Yuri Gagarin al ser el primer hombre en salir al espacio. La guerra fría estaba en su apogeo y la carrera espacial se iba a beneficiar.
Armstrong abandonó la soleada California para instalarse en Texas, el centro neurálgico de la NASA. Y comenzó a prepararse para la misión con la que pasaría a la historia. En septiembre de 1966 efectuó un vuelo con David Scott en la misión Gemini VIII. Se acopló con éxito al módulo Agena, en lo que fue el primer amarre de dos módulos espaciales. Luego, llegaría la preparación para el Apollo XI. "Pensaba que eran de un 90% las posibilidades de volver sanos y salvos a la Tierra después de este vuelo. Pero solo teníamos un 50% de posibilidades de posarnos sobre la Luna en esa primera tentativa", confesó el propio Armstrong en las celebraciones de los 40 años de la misión.
Después, llegaron las loas, los galardones y los reconocimientos. Pero Armstrong estaba incómodo en ese papel. Incluso la NASA, según confesó James Hansen, el biógrafo de Armstrong, prefería a Buzz Aldrin como comandante para la misión porque podía soportar mejor la presión que su compañero. Armstrong no lo llevó bien. En 1971, dos años después de tocar la gloria, dejó la NASA para dedicarse a la enseñanza en la Universidad de Cincinnati hasta 1979. Después, formó parte de numerosos consejos de administración de diferentes empresas, aunque siempre alejado de los medios de comunicación. Vivía apartado en una granja de su Ohio natal, con su segunda esposa, y raras veces hablaba. Una de las últimas veces en las que se le escuchó fue para criticar a Barack Obama por suspender el programa Constellation para regresar al satélite terráqueo.
Armstrong (Wapakoneta, EE UU, 1930), que falleció ayer a los 82 años debido a unas complicaciones derivadas de una operación cardíaca a la que se sometió a principios de mes, logró que muchos niños tuvieran la ilusión de volar hacia lo imposible. Como él, que se enamoró del cielo con apenas dos años, cuando su padre le llevó a ver las Cleveland Air Races. A los seis ya se montó por primera vez en un Ford Trimotor; y a los quince, antes de aprender a conducir, ya se había sacado la licencia para poder volar. En 1949 se enroló en la Marina y participó en la guerra de Corea (1950-53). Realizó 78 misiones desde el portaaviones USS Essex.
Después de su el servicio militar, se centró en los estudios de Ingeniería Aeronáutica en la Universidad de Purdue para terminar trabajando en la NACA, el embrión de la actual NASA. Allí trabajó de todo: ingenerio, piloto –llegó a probar más de 200 prototipos de aeronaves–, administrativo y astronauta, su gran sueño. En 1962, fue uno de los nueve elegidos por la NASA para intentar llegar a la Luna antes de que acabara la década, como había prometido el presidente Kennedy tras ver el éxito del soviético Yuri Gagarin al ser el primer hombre en salir al espacio. La guerra fría estaba en su apogeo y la carrera espacial se iba a beneficiar.
Armstrong abandonó la soleada California para instalarse en Texas, el centro neurálgico de la NASA. Y comenzó a prepararse para la misión con la que pasaría a la historia. En septiembre de 1966 efectuó un vuelo con David Scott en la misión Gemini VIII. Se acopló con éxito al módulo Agena, en lo que fue el primer amarre de dos módulos espaciales. Luego, llegaría la preparación para el Apollo XI. "Pensaba que eran de un 90% las posibilidades de volver sanos y salvos a la Tierra después de este vuelo. Pero solo teníamos un 50% de posibilidades de posarnos sobre la Luna en esa primera tentativa", confesó el propio Armstrong en las celebraciones de los 40 años de la misión.
Después, llegaron las loas, los galardones y los reconocimientos. Pero Armstrong estaba incómodo en ese papel. Incluso la NASA, según confesó James Hansen, el biógrafo de Armstrong, prefería a Buzz Aldrin como comandante para la misión porque podía soportar mejor la presión que su compañero. Armstrong no lo llevó bien. En 1971, dos años después de tocar la gloria, dejó la NASA para dedicarse a la enseñanza en la Universidad de Cincinnati hasta 1979. Después, formó parte de numerosos consejos de administración de diferentes empresas, aunque siempre alejado de los medios de comunicación. Vivía apartado en una granja de su Ohio natal, con su segunda esposa, y raras veces hablaba. Una de las últimas veces en las que se le escuchó fue para criticar a Barack Obama por suspender el programa Constellation para regresar al satélite terráqueo.
Hace 43 años, el 20 de julio de 1969, el astronauta estadounidense Neil Armstrong hizo realidad el sueño más antiguo de las civilizaciones humanas cuando se convirtió en el primer hombre en caminar sobre la Luna. Mientras unos 500 millones de personas alrededor mundo esperaban ansiosamente aglomerados entre pantallas de televisión de imagen borrosa y radios, Armstrong desplegó la escalera del módulo sobre la superficie lunar. "Éste es un pequeño paso para un hombre, pero un gran salto para la humanidad", recitó Armstrong con la voz levemente distorsionada por la distancia y los equipos de comunicaciones, en un frase que quedará grabada por siempre en los libros de historia.
Las agitadas multitudes ovacionaron el momento cuando Armstrong fue alcanzado por su compañero astronauta Buzz Aldrin, quien describió la "magnífica desolación" del paisaje lunar, nunca antes atestiguada en primer plano desde la Tierra. Sólo doce terrícolas han caminado por la superficie de la Luna, el solitario y misterioso satélite de la Tierra que ha alimentado nuestros sueños desde que los primeros humanos caminaron sobre el planeta.
En plena Guerra Fría, el programa Apollo fue exitoso en probar el dominio estadounidense en la carrera espacial. Colocar una bandera de Estados Unidos en la superficie de la luna en 1969 anotó puntos muy importantes sobre la Unión Soviética. El programa Apollo, que hizo posibles seis aterrizajes lunares exitosos entre 1969 y 1972, comenzó ocho años antes, en 1961, cuando el presidente John F. Kennedy (1961-1963) lanzó el desafío al Congreso de llevar al hombre a la luna en esa década. "Creo que esta nación debería comprometerse a alcanzar la meta, antes de que termine esta década, de aterrizar al hombre en la luna y traerlo de vuelta a la Tierra sin peligro, dijo Kennedy.
La decisión de apuntar a la luna estaba por encima de cualquier decisión política, dijo John Logsdon, médico y experto del Museo Nacional de Aire y el Espacio, en ocasión del 40 aniversario del alunizaje en 2009. La Unión Soviética fue la primera nación que puso un satélite en órbita en 1957, con el lanzamiento del Sputnik, y en 1961 Yuri Gagarin se convirtió en el primer hombre en viajar al espacio.
En plena guerra fría
"La Unión Soviética definió al logro espacial como la medida de poder y atractivo de una sociedad moderna y el presidente Kennedy decidió que dejar un espectacular logro espacial sólo a la URSS no era del interés de Estados Unidos", explicó Logsdon. La carrera espacial se convirtió en el símbolo de la batalla de la Guerra Fría por el dominio entre ideologías enfrentadas y poderes mundiales polarizados.
En 1970, meses después de los aterrizajes lunares, el disidente soviético Andrei Sakharov escribió en una carta abierta al Kremlin que la capacidad de Estados Unidos de poner a un hombre en la luna probó la superioridad de una democracia. "La NASA había estudiado una misión a la luna antes de la decisión de Kennedy y había concluido que no existían barreras tecnológicas importantes", dijo Logsdon.
"Sin embargo, la experiencia en construir los complejos sistemas requeridos para llevar a cabo la misión era escasa". Gracias a la creciente prosperidad de Estados Unidos y a sus logros científicos y técnicos, ese país puso rápidamente en marcha el programa Apollo. Los costos de este programa se estimaban en 1969 en unos 25.000 millones de dólares, unos 115.000 millones al valor de hoy, o más de seis veces el presupuesto actual de la NASA.
Fuente:Colpisa
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