Batirse en duelo con estilo
Una muestra de los bárbaros e indecentes que son los tiempos actuales es la diferencia entre cómo se resuelve una afrenta entre caballeros en estos tiempos y cómo se hacía un siglo atrás. Esto, suponiendo que aún queden caballeros. Actualmente dos tontos se aporrean sin sentido y criterio a la puerta de un antro dando un espectáculo bochornoso por su falta de carácter en la pelea y por su exceso de tragos. Uno solo se debe arriesgar a pelear bebido cuando su derecha es como una bola de derribo y su izquierda podría trabajar para un dentista sacando muelas sin anestesia. Pero no, cualquier gañán se cree Urtáin un viernes de madrugada. Hace tiempo los modos eran otros.
Entonces, cuando un hombre se sentía ofendido, se lo hacía saber al ofensor educadamente y se citaban en un determinado lugar y hora, convenido por ambos, para un duelo como Dios manda. En Francia, a caballo entre el XIX y el XX, los agravios se resolvían con cita y para conocerse los contrincantes, llegaban a intercambiar su tarjeta de visita.
Esto le permitió algunas bromas a un escritor, periodista y humorista francés llamado Charles-Alphonse Allais, que después de provocar la riña entregaba al agraviado una tarjeta que no era la suya, supongo que con unas palabras similares a: “le espero en mi casa para batirnos en duelo, cuando le venga bien, por supuesto. Buenas tardes y que pase un buen día”. Algún novelista famoso e incluso algún crítico literario célebre fueron víctimas de esta broma. Debía ser digno de verse, abrir la puerta y encontrarse con un tipo vestido de negro y dispuesto a batirse en duelo.
⎯Buenas tardes, venía a batirme en duelo con el señor de la casa. ¿Pistola o espada?
⎯No, verá. Debe haber un error. Yo soy el señor de la casa y no sé de qué me habla. Pero si hay que sacar el acero a pasear, se saca, no vaya a quedar yo como el más cobarde de París.
⎯Sea pues.
Fuente: Mis anécdotas preferidas, de Carlos Fisas.
Entonces, cuando un hombre se sentía ofendido, se lo hacía saber al ofensor educadamente y se citaban en un determinado lugar y hora, convenido por ambos, para un duelo como Dios manda. En Francia, a caballo entre el XIX y el XX, los agravios se resolvían con cita y para conocerse los contrincantes, llegaban a intercambiar su tarjeta de visita.
Esto le permitió algunas bromas a un escritor, periodista y humorista francés llamado Charles-Alphonse Allais, que después de provocar la riña entregaba al agraviado una tarjeta que no era la suya, supongo que con unas palabras similares a: “le espero en mi casa para batirnos en duelo, cuando le venga bien, por supuesto. Buenas tardes y que pase un buen día”. Algún novelista famoso e incluso algún crítico literario célebre fueron víctimas de esta broma. Debía ser digno de verse, abrir la puerta y encontrarse con un tipo vestido de negro y dispuesto a batirse en duelo.
⎯Buenas tardes, venía a batirme en duelo con el señor de la casa. ¿Pistola o espada?
⎯No, verá. Debe haber un error. Yo soy el señor de la casa y no sé de qué me habla. Pero si hay que sacar el acero a pasear, se saca, no vaya a quedar yo como el más cobarde de París.
⎯Sea pues.
Fuente: Mis anécdotas preferidas, de Carlos Fisas.
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